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domingo, 24 de mayo de 2020

Mindfulness en la vida diaria

5 comentarios:

Estrella dijo...

https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%ADrculo_de_estrellas

Gracias

SER dijo...

No estamos aquí
– ¿Dónde debo buscar la felicidad?.
– Aquí.
– ¿Y cuándo tendrá lugar?.
– Está teniendo lugar ahora mismo.
– Entonces, ¿por qué no la siento?.
– Porque no miras.
– ¿Y en que debo fijarme?.
– En nada. Simplemente mira.
– Mirar ¿qué?.
– Cualquier cosa en la que se posen tus ojos.
– ¿Y debo mirar de alguna manera especial?.
– No. Bastará con que mires normalmente.
– Pero ¿es que no miro siempre normalmente?.
– No.
– ¿Por qué demonios…?
– Porque para mirar tienes que estar aquí, y casi siempre no lo estás.

22.01.2021 Somos uno

ser
ser uno
ser uno más
ser uno mismo
ser más que uno
estar aquí ahora unido
estar ahora aquí
estar contigo
estar yo
ahora
aquí

Anónimo dijo...

Hoy parece que el mundo se ha sumido en la catástrofe y que todas las estructuras sociales se han venido abajo. A una escala mucho menor por supuesto, pero curiosamente durante los últimos meses mi vida había sufrido también un particular cataclismo.

El fallecimiento de mi madre Pilar el pasado mes de octubre nos condujo a mi hermano y a mí a una situación inaudita: el domicilio familiar en el que los dos habíamos crecido y que había permanecido a modo de ancla hacia nuestros orígenes, por primera vez, se encontraba vacío. Nuestro padre Fernando falleció de manera inesperada en el año 2009 víctima del cáncer; mamá -era de Santander y no le gustaba que la llamasen ama- renqueó durante años con un corazón débil y malos hábitos hasta que al final se apagó.

Ellos se fueron pero la casa seguía ahí, repleta de recuerdos. Tras casi cincuenta años de rodaje, mi hermano y yo decidimos que había llegado la hora de hacerle unos arreglos Una empresa se encargaría de la reforma, pero antes había que despejar las habitaciones de trastos y libros. Sobre todo libros, porque nuestro padre había cultivado una afición desmedida, casi diogénica, por los libros, y durante largas décadas los había estado amontonando en armarios y estanterías por toda la casa en cantidades extraordinarias. Mi pobre madre no se había sentido con fuerzas de poner orden en aquel desaguisado y los montones de libros continuaron acumulando polvo y ácaros.


Pilar, sentada a la izquierda y Fernando, de pie a la derecha junto a su hermana. Mi hermano y yo entre nuestros abuelos paternos. Primera Comunión 1989.

Había mucho que tirar, aunque tampoco queríamos que un trapero arramplara con todo y se llevara por delante objetos valiosos y recuerdos entrañables. Mi hermano tiene dos hijos, un trabajo con horario de oficina y viajes casi todos los fines de semana, así que finalmente fui yo, que merced a mi trabajo "bohemio" y sin menores a mi cargo dispongo de más tiempo, quien dio un paso adelante y me sumergí en la ímproba tarea de distinguir entre lo que iría al contenedor y lo que permanecería.

El trajín me llevó muchas semanas y resultó una experiencia a ratos entretenida y a ratos dolorosa. Rebuscar entre libros, archivos y pertenencias personales de tus padres entre las cuales nunca habrías osado asomar la nariz mientras estaban en vida es lo más parecido a abrir una caja de Pandora. Quedémonos con lo positivo y diré que entre la numerosa morralla han habido sorprendentes hallazgos: juguetes de la infancia, cartas de mis abuelos, libros geniales leídos hace décadas y olvidados, álbumes de fotos de cuando mis padres eran jóvenes, de su boda, de cuando nosotros éramos bebés, acuarelas inéditas de mi padre, gran aficionado al arte y en especial a la pintura, el carné universitario de la Complutense y las últimas calificaciones en medicina de mamá...

Entre estos descubrimientos se encuentra el relato publicado antes de esta entrada. A mi padre le interesaban muchos temas, y una parte importante de su biblioteca la ocupaban libros de ocultismo, parapsicología y similar. Tenía la bibliografía completa de Juan José Benítez, un periodista muy en la línea de Fernando Jiménez del Oso que escribe sobre OVNIs y extraterrestres. Recuerdo que de adolescente leí las dos primeras partes de Caballo de Troya, una serie de libros en las que se narraba cómo el gobierno de los Estados Unidos utilizó una máquina del tiempo para enviar a un agente al pasado a encontrarse con Jesucristo durante sus últimos días y estudiar científicamente sus milagros, muerte y resurrección. La colección Caballo de Troya me la he quedado por si se me ocurre terminar de leerla, pero el resto lo he apartado porque tampoco es que J. J. Benítez me apasione como para guardar tres docenas de libros suyos. El resto, excepto un pequeño ejemplar insólito de La Otra Orilla en el que J. J. Benítez se aparta de su temática y formato habitual y escribe una serie de relatos cortos. ( ... )

Anónimo dijo...

Desierto...
En la profunda soledad
Tu mirada se vuelve hacia ti mismo...

Gracias HB
2022

Anónimo dijo...

https://www.youtube.com/watch?v=nLsfSxGc8Kk