No estamos aquí – ¿Dónde debo buscar la felicidad?. – Aquí. – ¿Y cuándo tendrá lugar?. – Está teniendo lugar ahora mismo. – Entonces, ¿por qué no la siento?. – Porque no miras. – ¿Y en que debo fijarme?. – En nada. Simplemente mira. – Mirar ¿qué?. – Cualquier cosa en la que se posen tus ojos. – ¿Y debo mirar de alguna manera especial?. – No. Bastará con que mires normalmente. – Pero ¿es que no miro siempre normalmente?. – No. – ¿Por qué demonios…? – Porque para mirar tienes que estar aquí, y casi siempre no lo estás.
22.01.2021 Somos uno
ser ser uno ser uno más ser uno mismo ser más que uno estar aquí ahora unido estar ahora aquí estar contigo estar yo ahora aquí
Hoy parece que el mundo se ha sumido en la catástrofe y que todas las estructuras sociales se han venido abajo. A una escala mucho menor por supuesto, pero curiosamente durante los últimos meses mi vida había sufrido también un particular cataclismo.
El fallecimiento de mi madre Pilar el pasado mes de octubre nos condujo a mi hermano y a mí a una situación inaudita: el domicilio familiar en el que los dos habíamos crecido y que había permanecido a modo de ancla hacia nuestros orígenes, por primera vez, se encontraba vacío. Nuestro padre Fernando falleció de manera inesperada en el año 2009 víctima del cáncer; mamá -era de Santander y no le gustaba que la llamasen ama- renqueó durante años con un corazón débil y malos hábitos hasta que al final se apagó.
Ellos se fueron pero la casa seguía ahí, repleta de recuerdos. Tras casi cincuenta años de rodaje, mi hermano y yo decidimos que había llegado la hora de hacerle unos arreglos Una empresa se encargaría de la reforma, pero antes había que despejar las habitaciones de trastos y libros. Sobre todo libros, porque nuestro padre había cultivado una afición desmedida, casi diogénica, por los libros, y durante largas décadas los había estado amontonando en armarios y estanterías por toda la casa en cantidades extraordinarias. Mi pobre madre no se había sentido con fuerzas de poner orden en aquel desaguisado y los montones de libros continuaron acumulando polvo y ácaros.
Pilar, sentada a la izquierda y Fernando, de pie a la derecha junto a su hermana. Mi hermano y yo entre nuestros abuelos paternos. Primera Comunión 1989.
Había mucho que tirar, aunque tampoco queríamos que un trapero arramplara con todo y se llevara por delante objetos valiosos y recuerdos entrañables. Mi hermano tiene dos hijos, un trabajo con horario de oficina y viajes casi todos los fines de semana, así que finalmente fui yo, que merced a mi trabajo "bohemio" y sin menores a mi cargo dispongo de más tiempo, quien dio un paso adelante y me sumergí en la ímproba tarea de distinguir entre lo que iría al contenedor y lo que permanecería.
El trajín me llevó muchas semanas y resultó una experiencia a ratos entretenida y a ratos dolorosa. Rebuscar entre libros, archivos y pertenencias personales de tus padres entre las cuales nunca habrías osado asomar la nariz mientras estaban en vida es lo más parecido a abrir una caja de Pandora. Quedémonos con lo positivo y diré que entre la numerosa morralla han habido sorprendentes hallazgos: juguetes de la infancia, cartas de mis abuelos, libros geniales leídos hace décadas y olvidados, álbumes de fotos de cuando mis padres eran jóvenes, de su boda, de cuando nosotros éramos bebés, acuarelas inéditas de mi padre, gran aficionado al arte y en especial a la pintura, el carné universitario de la Complutense y las últimas calificaciones en medicina de mamá...
Entre estos descubrimientos se encuentra el relato publicado antes de esta entrada. A mi padre le interesaban muchos temas, y una parte importante de su biblioteca la ocupaban libros de ocultismo, parapsicología y similar. Tenía la bibliografía completa de Juan José Benítez, un periodista muy en la línea de Fernando Jiménez del Oso que escribe sobre OVNIs y extraterrestres. Recuerdo que de adolescente leí las dos primeras partes de Caballo de Troya, una serie de libros en las que se narraba cómo el gobierno de los Estados Unidos utilizó una máquina del tiempo para enviar a un agente al pasado a encontrarse con Jesucristo durante sus últimos días y estudiar científicamente sus milagros, muerte y resurrección. La colección Caballo de Troya me la he quedado por si se me ocurre terminar de leerla, pero el resto lo he apartado porque tampoco es que J. J. Benítez me apasione como para guardar tres docenas de libros suyos. El resto, excepto un pequeño ejemplar insólito de La Otra Orilla en el que J. J. Benítez se aparta de su temática y formato habitual y escribe una serie de relatos cortos. ( ... )
Psicólogo, titulado en la Universidad de Chile el año 1980. Magister en Recursos Humanos. Es socio gerente de Praxis Consultores Ltda. desde el año 1990, y Director de la Carrera de Psicología de la Universidad Arturo Prat desde el año 2005 hasta la fecha.
Se conocen varios tipos de aprendizaje. Los más conocidos son el condicionamiento clásico y el condicionamiento operante. Ambos tienen en común que requieren la capacidad de asociación. En el primero, el ejemplo más sencillo podría ser cuando sacamos al perro. Antes de salir a pasear, escucha el sonido del llavero, y termina asociando este sonido con el hecho de salir a pasear. Es decir, aprendió. El segundo caso es cuando después de emitir una conducta, se recibe un premio. Ejemplo muy simple: el niño cuelga el uniforme y la mamá le da un premio. El niño asocia que por colgar el uniforme recibe un premio, y si esta asociación se repite, el niño aprende.
Pero además de estos tipos de aprendizaje, existe uno particularmente interesante, y que es el aprendizaje por impronta. Una impronta es una marca o señal muy firme que deja una cosa en otra.
El aprendizaje por impronta es muy especial, porque se adquiere “a la primera”, y porque prácticamente nunca más se borra. Descubierto por Konrad Lorenz, el ejemplo más conocido es la conducta de algunas aves recién nacidas, como los gansos. En condiciones naturales, lo primero que ven los gansos al romper el huevo es a su madre. Y como pueden ya caminar y además tienen el instinto de seguir a su madre, comienzan de inmediato a seguirla a todas partes.
Pero, ¿qué pasa si se reemplaza a la mamá gansa por otra cosa? Pues bien, los polluelos de ganso siguen a esa nueva forma, cualquiera que sea. Lorenz escondió a la mamá gansa, y se puso él mismo al lado de los huevos que se abrían. Por increíble que parezca, los gansos comenzaron a seguirlo a él. Para estos gansos, el científico era la mamá. Para los recién nacidos gansos, y para siempre, su mamá fue Konrad. Y por increíble que parezca, si a los gansos se les pone un objeto, como una pelota al nacer, tomarán a esa pelota por la mamá.
Pero lo dramático de este aprendizaje es que queda tan grabado en la mente, que nunca más se borra. En el caso de los gansos, quedaron improntados con la figura que reemplazó a la mamá, y nunca más volverán a seguirla, aunque se les traiga de nuevo y se les ponga delante. Este aprendizaje es muy útil en la naturaleza, porque le garantiza al ganso su supervivencia, ya que la madre lo protegerá de cualquier agresión.
Hay muchos casos de impronta y se siguen descubriendo otros. Si a un ave le venda la vista, y no puede comer durante las primeras horas, se morirá de hambre, porque la coordinación entre el ojo y el pico debe establecerse las primeras horas después de haber nacido. No hay vuelta atrás, porque no recibieron la impronta cuando debían. En los animales superiores al parecer también estaría operando este aprendizaje, aunque es mucho más sutil.
Un ejemplo estudiado es la socialización de los perros, que ocurre entre los veinte y sesenta días. Si en esa etapa no tienen relación con humanos, serán siempre salvajes. Un caso de impronta en el ser humano podría ser la personalidad psicópata, pues según una teoría se trata de niños que no recibieron el amor necesario en la primera etapa de su vida. Después de eso, aunque reciban muchísimo amor, ya no se podrá revertir la conducta psicopática, y ese niño jamás desarrollará capacidad de amor ni empatía. Otro tanto parece ocurrir con conductas humanas tan obvias como el caminar y el hablar, que si no se desarrollan en el momento propicio jamás se instaurarán con normalidad. El aprendizaje por impronta está todavía en estudio, y es probable que se vayan conociendo nuevos casos de este tipo.
A veces los artistas logran plasmar verdades universales en sus obras.
EN PAZ Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales coseché siempre rosas. ... Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas... Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Taller de Espiritualidad y búsqueda del sentido en un mundo globalizado
En Enero, como parte de la Escuela de Verano, se dictó el taller "Espiritualidad y Búsqueda del sentido en un mundo globalizado", que contó con casi 40 asistentes. Esto muestra la fuerte necesidad de integrar la dimensión espiritual y darle un sentido a la vida, en un mundo cada vez más hedonista. El taller fue dictado por H. Bussenius y contó con la cooperación de Jeani Bussenius, quien entregó técnicas de meditación dinámica basadas en OSHO.
5 comentarios:
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%ADrculo_de_estrellas
Gracias
No estamos aquí
– ¿Dónde debo buscar la felicidad?.
– Aquí.
– ¿Y cuándo tendrá lugar?.
– Está teniendo lugar ahora mismo.
– Entonces, ¿por qué no la siento?.
– Porque no miras.
– ¿Y en que debo fijarme?.
– En nada. Simplemente mira.
– Mirar ¿qué?.
– Cualquier cosa en la que se posen tus ojos.
– ¿Y debo mirar de alguna manera especial?.
– No. Bastará con que mires normalmente.
– Pero ¿es que no miro siempre normalmente?.
– No.
– ¿Por qué demonios…?
– Porque para mirar tienes que estar aquí, y casi siempre no lo estás.
22.01.2021 Somos uno
ser
ser uno
ser uno más
ser uno mismo
ser más que uno
estar aquí ahora unido
estar ahora aquí
estar contigo
estar yo
ahora
aquí
Hoy parece que el mundo se ha sumido en la catástrofe y que todas las estructuras sociales se han venido abajo. A una escala mucho menor por supuesto, pero curiosamente durante los últimos meses mi vida había sufrido también un particular cataclismo.
El fallecimiento de mi madre Pilar el pasado mes de octubre nos condujo a mi hermano y a mí a una situación inaudita: el domicilio familiar en el que los dos habíamos crecido y que había permanecido a modo de ancla hacia nuestros orígenes, por primera vez, se encontraba vacío. Nuestro padre Fernando falleció de manera inesperada en el año 2009 víctima del cáncer; mamá -era de Santander y no le gustaba que la llamasen ama- renqueó durante años con un corazón débil y malos hábitos hasta que al final se apagó.
Ellos se fueron pero la casa seguía ahí, repleta de recuerdos. Tras casi cincuenta años de rodaje, mi hermano y yo decidimos que había llegado la hora de hacerle unos arreglos Una empresa se encargaría de la reforma, pero antes había que despejar las habitaciones de trastos y libros. Sobre todo libros, porque nuestro padre había cultivado una afición desmedida, casi diogénica, por los libros, y durante largas décadas los había estado amontonando en armarios y estanterías por toda la casa en cantidades extraordinarias. Mi pobre madre no se había sentido con fuerzas de poner orden en aquel desaguisado y los montones de libros continuaron acumulando polvo y ácaros.
Pilar, sentada a la izquierda y Fernando, de pie a la derecha junto a su hermana. Mi hermano y yo entre nuestros abuelos paternos. Primera Comunión 1989.
Había mucho que tirar, aunque tampoco queríamos que un trapero arramplara con todo y se llevara por delante objetos valiosos y recuerdos entrañables. Mi hermano tiene dos hijos, un trabajo con horario de oficina y viajes casi todos los fines de semana, así que finalmente fui yo, que merced a mi trabajo "bohemio" y sin menores a mi cargo dispongo de más tiempo, quien dio un paso adelante y me sumergí en la ímproba tarea de distinguir entre lo que iría al contenedor y lo que permanecería.
El trajín me llevó muchas semanas y resultó una experiencia a ratos entretenida y a ratos dolorosa. Rebuscar entre libros, archivos y pertenencias personales de tus padres entre las cuales nunca habrías osado asomar la nariz mientras estaban en vida es lo más parecido a abrir una caja de Pandora. Quedémonos con lo positivo y diré que entre la numerosa morralla han habido sorprendentes hallazgos: juguetes de la infancia, cartas de mis abuelos, libros geniales leídos hace décadas y olvidados, álbumes de fotos de cuando mis padres eran jóvenes, de su boda, de cuando nosotros éramos bebés, acuarelas inéditas de mi padre, gran aficionado al arte y en especial a la pintura, el carné universitario de la Complutense y las últimas calificaciones en medicina de mamá...
Entre estos descubrimientos se encuentra el relato publicado antes de esta entrada. A mi padre le interesaban muchos temas, y una parte importante de su biblioteca la ocupaban libros de ocultismo, parapsicología y similar. Tenía la bibliografía completa de Juan José Benítez, un periodista muy en la línea de Fernando Jiménez del Oso que escribe sobre OVNIs y extraterrestres. Recuerdo que de adolescente leí las dos primeras partes de Caballo de Troya, una serie de libros en las que se narraba cómo el gobierno de los Estados Unidos utilizó una máquina del tiempo para enviar a un agente al pasado a encontrarse con Jesucristo durante sus últimos días y estudiar científicamente sus milagros, muerte y resurrección. La colección Caballo de Troya me la he quedado por si se me ocurre terminar de leerla, pero el resto lo he apartado porque tampoco es que J. J. Benítez me apasione como para guardar tres docenas de libros suyos. El resto, excepto un pequeño ejemplar insólito de La Otra Orilla en el que J. J. Benítez se aparta de su temática y formato habitual y escribe una serie de relatos cortos. ( ... )
Desierto...
En la profunda soledad
Tu mirada se vuelve hacia ti mismo...
Gracias HB
2022
https://www.youtube.com/watch?v=nLsfSxGc8Kk
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